sábado, 13 de septiembre de 2008

El oscuro presente del negocio de la carne

El intervencionismo estatal hace caer la renta en toda la cadena y termina con el criador cobrando menos de lo que le cuesta producir. En el medio aumentó la matanza de vacas y de animales más chicos. Los pronósticos son alarmistas: para el 2012 habrá que exportar carne.

MARGARITA BELEN. Hace apenas 3 años, Argentina era el tercer exportador mundial de carne y la actividad ganadera y la industria cárnica proyectaban aumentar la producción y seguir posicionándose en un contexto internacional que demandaba más alimentos y más carnes por un aumento en el estándar de vida de muchos países.

En la actualidad, consecuencia de las intervenciones del Gobierno en el mercado de hacienda bovina, desde diciembre de 2005 el panorama es más que incierto: la ubicación argentina en el mercado mundial cayó al 6º puesto y, según las proyecciones de nivel de consumo y caída en la producción cárnica, el país comenzará en 2012 a importar su producto más tradicional.
La cuestión fue abordada por el coordinador de Ganadería de Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola, Fernando Canosa; el encargado de Análisis Económico del Instituto de Promoción de la Carne Vacuna, Miguel Jairala, y el presidente de la Asociación de Criadores de Brangus, Martín Goldstein, en una mesa redonda que se realizó en la carpa auditorio de La Nación Ganadera, que se realiza en la Sociedad Rural de Chaco, en Margarita Belén.
Debido a las dificultades y trabas que sufre la producción ganadera, Canosa comentó que en el último año se registró una caída en el stock vacuno de un millón de cabezas (de 55,8 a 54,8 millones) y apuntó que el traslado de la actividad de la tradicional zona pampeana a otras regiones “no es gratis” porque implica una importante caída en la productividad, que se refleja el menor porcentaje de destetes.

La situación, según el experto de CREA, se refleja en que el precio del ternero es menor que el precio del novillo porque toda la cadena transfiere “hacia el eslabón anterior el continuo cambio de normas y la imprevisibilidad”. Como agravante, los costos de producir un ternero son más altos que lo que se obtiene de su venta, que están en un promedio de 3,30 pesos el kilo vivo. Además en un contexto inflacionario “el consumidor paga cada vez más y el productor cobra menos”.
Para Canosa, la ecuación aumento de faena de hembras/caída del peso promedio de matanza “es un cóctel explosivo”. “En una simulación, si tomamos el consumo per cápita de 78 kilos de carne vacuna por persona por año estamos ante la posibilidad cierta de que en 2012 se produzca un faltante de carne”, advirtió.
“La cantidad de carne producida no es un bien inagotable como en muchos casos pueden pensar quienes ejercen las políticas púbicas y el propio consumidor. Estamos a tiempo de producir los cambios necesarios como para no ver comprometido el consumo argentino hacia el 2012”, agregó.

Pero Canosa eligió ser optimista y apuntó que si el Gobierno simplemente cumple con el acuerdo de permitir un monto de exportación de 550 mil toneladas por año, los frigoríficos podrían pasar a pagar de 6,80 pesos el kilo de carne de novillo a 8,45 pesos mejorando sustancialmente la actualidad de los ganaderos. Si se incrementan los niveles de productividad del 62 por ciento al 76 por ciento en los niveles de destete se podrían producir 2,7 millones de terneros y, con una mejor oferta forrajera, habría otros 5 millones de terneros. “Siete millones más de terneros significarían 1,5 millones de toneladas de carne y se podría producir 50 por ciento más”, dijo.

Memoria de la intervención
A su turno, el economista Miguel Jairala hizo un pormenorizado recuento de las medidas “intervencionistas” en el mercado de la carne desde diciembre de 2005, momento en que Argentina se ubicaba como tercer exportador de carne. Esa primera medida del entonces ministro de Economía, Roberto Lavagna, subía las retenciones a las exportaciones de carne del 5 al 15 por ciento para desacoplar los precios internos de los internacionales. A partir de allí se sucedieron la imposición de pesos límites para faena, la anulación de esa medida, la creación del Registro de Exportaciones, el acuerdo para exportar hasta 550 mil toneladas, control de las ventas externas a través de cupos por planta, el “encaje” que exige a los frigoríficos tener altos stock almacenados y los permisos para exportar que siempre dependen de la Oncca.
Con todas estas medidas, Jairala resumió que “Argentina cayó del tercero al sexto lugar” como exportador, se concentró la exportación solamente en los cuartos traseros que compra la Unión Europea y se perdieron destinos que adquirían el resto de la media res como Chile, Rusia o Israel. Además la faena de vacas conserva quedó concentrada en dos firmas extranjeras de gran escala que hacen termoprocesados y enlatados.

En el sector de los productores el más afectado fue el de los criadores porque toda la cadena le va transfiriendo la caída en su rentabilidad, en un mercado que además se maneja con precios de venta controlados. En el caso de la hacienda de exportación, “el negocio queda a juicio de un funcionario, quien determina si podrá exportar o no”.
“La ganadería es hoy una actividad de largo plazo sin previsibilidad, en la cual el productor está más abocado a buscar tecnologías de producción que reduzcan los costos que las que le permitan mejorar la productividad”, dijo el hombre del IPCVA.

En este contexto, Jairala describió que hubo un aumento de la faena de hembras del 43 al 50 por ciento del total del stock, con el agravante de un alto porcentaje de matanza de terneras –“las hembras que deberían producir a los futuros terneros”-. Otra medida que afectó a la producción fue el aumento de precios de los granos forrajeros, entre el 40% y el 50% “mientras que el precio del kilo vivo del ganado está estancado hace dos años”.

La solución es participar
El cierre de la mesa redonda estuvo a cargo del presidente de Brangus, Martín Goldstein, quien definió como “una pesadilla” el nivel de injerencia del Gobierno en el mercado de la carne pero también eligió el camino de pedir “una autocrítica” al sector de la producción. “Hemos transitado la enfermedad de la catarsis y del diagnóstico pero no el de la participación. Y si el productor no sale de la cueva y participa, estamos perdidos”, aseguró.

Goldstein insistió en que el problema que atraviesa el sector es “político” porque el Gobierno “esta empecinado” en su política de control de precios. Por eso pidió participar en la política, en las entidades y asociaciones de productores y “apoyo” a los dirigentes agropecuarios. “La primera vez que los productores tuvieron un lobby en el Gobierno fue con la creación de la Mesa de Enlace”, describió respecto de la desventaja del sector productor con el de los supermercados y los frigoríficos. “En un año, en las elecciones legislativas, podemos cambiar el precio del ternero”, concluyó.

Material fotográfico: www.lnganadera.com.ar/2008/fotos_n.asp

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